Amor vs Apego

Amor vs Apego

Te invito a reflexionar sobre vos: recién naciste y necesitás de tus padres al 100% para poder sobrevivir… De las características de ese primer vínculo y de la seguridad que en él encontraste se sentaron las bases de tu autonomía y de tu modo de relacionarte en tu vida…

¿Cómo llamarías a ese vínculo afectivo intenso, duradero y recíproco, que se construye y se consolida entre dos personas y que proporciona seguridad, consuelo y protección?

¿“Amor romántico”, tal vez?  No, estamos hablando del APEGO.

John Bowlby, psicólogo, fue el primero en desarrollar una “Teoría del apego” al poner el foco en aquellas conductas, al principio reflejas, que se dan alrededor del primer año de vida, entre un niño o niña y sus progenitores/cuidadores (y viceversa). Las mismas cumplen con una función biológica: protección para asegurar la supervivencia y una psicológica: adquirir seguridad. De este modo, se estructura el modo en que la persona se vinculará a lo largo de su vida.

Si el apego tiene una “base segura”, o sea que garantiza al niño la permanencia y la seguridad, la validación emocional y el respaldo, le permitirá explorar y conocer el mundo con la tranquilidad de saber que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo, además, desarrollará su autonomía y formará su personalidad, dando lugar al aprendizaje, a la salud física y mental y favorecerá su desarrollo social.

Si esto no sucediera, los miedos y las inseguridades influirán en el comportamiento del niño y  su forma de relacionarse y de interpretar al mundo.

Ahora, quiero mostrarte cómo es la evolución de la persona tomando como base las categorías de apego desarrolladas por Mary Ainsworth

  • Apego seguro: Se da en el 65% de los bebés. Ellos exploran de forma activa, son sociables con extraños mientras la madre/cuidador está presente y les es relativamente fácil acercarse emocionalmente a los demás, debido a experiencias de interacciones cálidas y sensibles. Como el niño sabe que quien lo cuida no va a fallarle, se siente querido, aceptado y valorado en su infancia, mientras que , en su edad adulta tienden a tener una visión positiva de sí mismos y de sus relaciones y se sienten cómodos tanto con la intimidad como con la independencia y buscan equilibrarlas. Suelen interactuar con sus iguales de forma saludable y no le temen al abandono.
  • Apego resistente: Se da en un 10% de los bebés. Éstos  tratan de mantenerse cerca de la figura de apego y exploran el ambiente de manera poco relajada, mostrándose sumamente cautelosos con los extraños aunque ella esté presente. Como el niño no confía en sus cuidadores, necesita la aprobación y tiene una sensación constante de inseguridad, por eso, vigila de manera permanente que no lo abandonen. En edad adulta sentirán temor al abandono y esperarán obtener más intimidad o vinculación de la que pueden ofrecer relacionándose desde la dependencia emocional.

 

  • Apego evasivo/evitativo: Se da en un 20% de los bebés. Ellos muestran poco malestar cuando son separados de la figura de apego y generalmente rehuyen de ella. Estos niños han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Por eso, aprenden a vivir sintiéndose poco queridos y valorados y generalmente no pueden expresar ni entender las emociones de los demás. En edad adulta, suelen evitar la intimidad, huyen de la dependencia y el compromiso, no muestran su vulnerabilidad y se sienten más cómodos en relaciones distantes. Se trata de un estilo desapegado, con una gran inhibición emocional con el costo de una alta disociación afectiva.  

 

  • Apego desorganizado/desorientado: Se da entre un 5 y un 10% de los bebés. Nacen y crecen en ambientes hostiles (guerras, desastres naturales, violencia doméstica víctimas de abuso o maltrato). Es una combinación de los patrones de apego resistente y apego evasivo que se caracteriza por una mala imagen de sí mismos y de los otros sienten que no merecen el amor y temen el rechazo de los otros en quienes no confían. De  adultos, suelen ser personas con una alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones, si bien en el fondo son su mayor anhelo.

Los seres humanos tendemos a buscar lazos estrechos que nos den seguridad, protección y apoyo, mientras que el amor se basa en la seguridad, el apego lo hace en el miedo y es el miedo al abandono el que genera ansiedad y la necesidad de contar con la disponibilidad total del otro con el riesgo de no respetar ni su libertad, ni la propia.

Basar las relaciones en el amor, en la confianza y en la comunicación más que en el apego y en la dependencia, hace que puedas vivir más plenamente tus vínculos.

Ahora, ¿podés identificar cuál es tu modo de relacionarte en tu vida? Si tu respuesta es sí, ¿cuál es?

 

 

 

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