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Me perdí en lo que perdí

Hay una emoción que te acompaña como fiel amiga  cuando alguien muy querido por vos ya no está. Cuando te sentís que ya no sos parte, cuando te sentís defraudado, desengañado, dañado, distanciado, desilusionado, separado o apenado. Cuando perdés las esperanzas o no lográs tu objetivo. Ella es la tristeza, una de las emociones básicas cuya función primaria es la de colaborar con tu supervivencia, siendo una respuesta adaptativa para que puedas transitar el proceso de pérdida.

Así como te puede pasar que su presencia a veces te sea incómoda, por lo que quieras sacártela de encima lo más rápido posible, evadiéndote, evitándola, en otras ocasiones, te es lo suficientemente cómoda como para abrazarla y no dejarla ir… Por eso, es primordial que aprendas que la solución más saludable es precisamente aceptar el dolor, enfrentarlo y superarlo para poder seguir con tu vida. A menos que elijas perderte en ella y alimentar tu sufrimiento…

La tristeza se caracteriza por tener muchas aristas y un alto grado de complejidad. Para empezar, considerá que en este estado hay una intensa actividad cerebral, a tal punto que afecta a más de 70, sí, 70 áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento del dolor, del conflicto, de lo social, de la memoria, de los mecanismos de recompensa y de la capacidad de atención y que crea un entorno químico que impacta en el cuerpo (de allí que sientas a la tristeza también en el cuerpo). Por eso, te invito a adentrarnos juntos en ella.

Como emoción primaria puede ser:

  • Saludable, ya que te pone en el camino de la superación y el cambio. Entonces, es importante que la reconozcas, la vivas y la expreses para poder aceptar y atravesar la circunstancia que la despierta.
  • No saludable, en el caso que se repita en el tiempo, se enquista como un estado de ánimo que no podés ni afrontar, ni gestionar, pudiendo, por ejemplo, alimentar el pesimismo.
  • Desadaptativa, porque tiene que ver con tu autoestima y tus creencias de merecimiento con respecto a lo que te pasa en la vida y lo que conseguís y recibís. Por eso, puede asociarse, por ejemplo, a la ira, a la culpa, a la vergüenza, al miedo…

¿Y como emoción secundaria?

En este caso, su aparición esconde otra emoción que es la que por algún motivo necesitás camuflar, por ejemplo, la ira y el miedo. A este mecanismo se lo conoce como rebusque emocional  y lo profundizaremos en otro artículo.

Ahora bien, la intensidad de este perderte en lo que perdiste puede desencadenar una serie de escenarios que, si bien se pueden confundir, son completamente diferentes. Por eso, considero que es muy posibilitante para vos aprender a diferenciarlos ya que, al afectar tu estado de ánimo, impactan en tu vivir:

Empezamos por el duelo. Este es un proceso consciente en el que te das cuenta de que algo de vital importancia, motivación e interés se ha ido de tu vida y te sentís expuesto a un estado de vulnerabilidad. Para procesar lo que te está pasando es necesario que te tomes el tiempo para reorganizarte interiormente y te mantengas en un contexto de comprensión y de apoyo.

La nostalgia, en cambio, empaña tu presente porque evocás lo que ya fue, interpretándolo  como positivo, feliz, gozoso, sabiendo que no podés volver ahí. La nostalgia tiene su riesgo: quedarte anclado en el pasado, pensando que fue lo mejor que te pudo pasar y que nada de eso puede tener lugar en tu hoy y en tu mañana.

Ahora bien, cuando la desesperanza generalizada toma el protagonismo, y lo hace por un tiempo prolongado, da lugar a la depresión o estado depresivo. Éste se caracteriza por la falta de comprensión acerca de lo que justifica este estar emocional. Esta particular pérdida de interés en lo vital, producto de la no aceptación o resignación ante la pérdida tiene consecuencias incapacitantes y requiere la asistencia  de profesionales especializados en psicología y psiquiatría.

Mientras que la melancolía, si bien se puede encuadrar como un tipo de depresión, es aún más intensa ya que se caracteriza por sumar autoreproches, pensamientos críticos, insultantes y denigrantes hacia la propia persona con un efecto devastador en la autoestima, que también requiere acompañamiento psicológico y psiquiátrico.

Ni Vos, ni nadie está exento de que en el devenir de la propia vida tengan lugar circunstancias no deseadas vinculadas con la pérdida, con lo que ya no será, con lo que quedó en el pasado y no se puede recuperar. Tomar consciencia de ello te abre la puerta para elaborarlo y transitarlo. Hacerlo te revelará recursos que solo el sano duelo te puede enseñar. Cambiar el foco,  respirar, meditar y sonreir son algunas estrategias para superarlo.

Así como la tristeza puede ser desesperanzadora, también puede ser inspiradora,  por eso, siempre es una llave de lectura con respecto a lo que te está pasando. Aceptarla te permite crecer y fortalecerte, en cambio, interpretarla como un dolor inabordable que genera sufrimiento infinito es el camino para perderte en lo que perdiste

Cuanto mayor sea tu conocimiento sobre tu modo de emocionar, más fácil te será poder individuar tus emociones y gestionarlas.

¿Vos, cómo interpretás tus pérdidas?

2020: La alegría de este inicio

Estamos empezando un nuevo año que, a su vez, empieza una nueva década y, como todo inicio, lo podés empezar con la alegría en el corazón por verlo como una  oportunidad o dejarte llevar por la incertidumbre que te presenta este nuevo ciclo… Vos elegís… vos siempre elegís.

Por eso, quiero invitarte a detener tus pensamientos que alimentan la falta de certezas por lo que todavía no sucedió y no sabés cómo sucederá. Todos esos pensamientos que ya te llevaron al 31-12, ¡pero del 2020!.

Para eso, tomate un respiro… si, un respiro: inhalá profundamente, sentí cómo el aire nuevo llena tus pulmones, retené ese aire y exhalá laaargooo, dándote la posibilidad de cambiar el aire, tu aire…

Y, mientras respirás profundamente, consciente de tu aquí y ahora, te invito a conectar y a expresar tu gratitud hacia todo lo que pudiste aprender, compartir, soltar, abrazar, besar, honrar, alabar, en fin, todo lo vivido… Sentí, entonces, la emoción…

¿Cuál es esa emoción?  Disfrutala y anidala en tu corazón…

Y ahora, te invito nuevamente a inhalar profundamente, a sentir cómo el aire nuevo llena tus pulmones, retenelo y exhalá laaargooo…

Y en este preciso momento y lugar, conectá con lo que para vos es importante, lo que para vos es sagrado, eso que hace que tu vida tenga un sentido para vos, eso por lo que late tu corazón, eso por lo que estás dispuesto, dispuesta, a hacer lo que sea…

Y con tu pecho lleno de aire nuevo, esa visión en tu corazón, sentí… sentí…sentí la emoción que te embarga…

¿Cuál es esa emoción?

Tal vez sea la alegría, la alegría de un nuevo inicio, la alegría de vivir… porque, para mí, la vida, si bien es una sola, se trata de un sinfín de nuevos comienzos, por eso, basta parar, reconocerlos, desplegar las alas y… ¡volver a volar!

Brindo con vos por cada nuevo día de este nuevo año que te auguro sea pródigo de oportunidades, aprendizajes y transformación… chin chin 

Miedo: ¿Protección o cárcel imaginaria?

Como toda emoción básica, el miedo es netamente biológico, fugaz y está al servicio de tu supervivencia, aunque también puede frenar tu evolución… Por eso, vamos a explorarlo para que puedas darte cuenta de cuándo deja de ser una protección ante el peligro real para transformarse en tu propia cárcel imaginaria.

 El miedo es esa sensación de angustia que se produce cuando percibís una amenaza, depende de tus experiencias vividas, de los recursos que tengas o creas tener para evaluar si determinada situación es amenazante y de tu pre-ocupación con respecto a lo que todavía no ocurrió…

Si bien el miedo es universal, ya que vos, al igual que todos los seres vivos, alguna vez has podido sentirlo, también se caracteriza por ser relativo ya que su intensidad depende de cada uno. Es ilógico porque escapa a la razón y porque aun sabiendo que ese miedo es infundado, lo sentís en el cuerpo. Además, es inapropiado, porque pareciera que en nuestra sociedad no se puede reconocer el “tener miedo” y, por último,  como toda emoción, es contagioso, basta con que alguien en determinado lugar sienta miedo para que a quienes estén a su alrededor les pase lo mismo.

El miedo tiene una particularidad, en su forma más básica, tiene que ver con la existencia, se despliega ante situaciones que enfrentás en el vivir y también en la perspectiva del posible morir…

 ¿Qué queremos decir con esto?

Por un lado, el miedo al fracaso, al no aprovechar la propia vida en toda su magnitud impacta en tus niveles de compromiso con el ponerte en acción para conseguir tus sueños, para entablar vínculos duraderos, tiene que ver con el sentirte lo suficientemente competente como para atravesar las exigencias de la vida. Según tu interpretación al respecto, la huida puede ser una salida… pero también puede serlo el ataque, la defensa a ultranza por el miedo a sufrir que, en definitiva,  te priva de la posibilidad de crecer y vivir plenamente

Por otro lado, en cuanto a la necesidad de seguridad y control, que podemos traducir en evitar el riesgo y sus posibles consecuencias,  con respecto a la muerte propia y a la de la gente que querés, se caracteriza por ser extremadamente limitante. Si además, le sumás la resignación, te creás la excusa perfecta para no vivir oportunidades, experiencias y, en definitiva, te replegás de la vida…

De todos modos, no podés dejar de reconocer que, en determinadas circunstancias, el miedo es saludable. ¿Cuándo? Cuando te avisa de una amenaza, una situación de emergencia y  activa los mecanismos de supervivencia, como enunciamos antes de fuga o ataque, entonces, todo tu cuerpo se prepara para esa acción.

Ahora bien,  ¿cuándo creés que no es saludable?

Cuando vivís en una situación de ansiedad continua, cuando tu mente crea amenazas, no tolerás la incertidumbre por lo que podría pasar,  te anticipás a lo que todavía no ocurrió, te vas metiendo de a poco en una jaula de terciopelo con barrotes bien firmes que creés que te protege de todo, aunque no te protege de vos…

Considerado que tu cuerpo no está preparado para soportar altas dosis de adrenalina durante largos períodos de tiempo, es probable que afecte tu salud,  desencadenando estrés crónico, hipertensión, cefaleas, náuseas, mareos, insomnio, problemas de visión temporales, irritabilidad, problemas cardíacos e incremento de la glucosa… Y esto sucede porque el miedo es la emoción que más presión interna produce y la que orgánicamente podés aguantar durante menos tiempo.

Por último, también puede pasar que el miedo te permita ocultar la verdadera emoción que no te permitís sentir, entonces, si bien no hay una amenaza concreta, la inseguridad y la ansiedad por la posibilidad de que, por ejemplo, tu enojo, tristeza, inseguridad o vulnerabilidad puedan dañar tus relaciones con los otros, te da la ilusión de “protegerte” de la inevitable exposición…

Recordá que el miedo no siempre surge ante un peligro real, sino ante “algo” que Vos percibís como tal.

Si querés Volver a Volar, te invito a preguntarte, ¿cómo está tu jaula, hoy?…

Amor vs Apego

Te invito a reflexionar sobre vos: recién naciste y necesitás de tus padres al 100% para poder sobrevivir… De las características de ese primer vínculo y de la seguridad que en él encontraste se sentaron las bases de tu autonomía y de tu modo de relacionarte en tu vida…

¿Cómo llamarías a ese vínculo afectivo intenso, duradero y recíproco, que se construye y se consolida entre dos personas y que proporciona seguridad, consuelo y protección?

¿“Amor romántico”, tal vez?  No, estamos hablando del APEGO.

John Bowlby, psicólogo, fue el primero en desarrollar una “Teoría del apego” al poner el foco en aquellas conductas, al principio reflejas, que se dan alrededor del primer año de vida, entre un niño o niña y sus progenitores/cuidadores (y viceversa). Las mismas cumplen con una función biológica: protección para asegurar la supervivencia y una psicológica: adquirir seguridad. De este modo, se estructura el modo en que la persona se vinculará a lo largo de su vida.

Si el apego tiene una “base segura”, o sea que garantiza al niño la permanencia y la seguridad, la validación emocional y el respaldo, le permitirá explorar y conocer el mundo con la tranquilidad de saber que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo, además, desarrollará su autonomía y formará su personalidad, dando lugar al aprendizaje, a la salud física y mental y favorecerá su desarrollo social.

Si esto no sucediera, los miedos y las inseguridades influirán en el comportamiento del niño y  su forma de relacionarse y de interpretar al mundo.

Ahora, quiero mostrarte cómo es la evolución de la persona tomando como base las categorías de apego desarrolladas por Mary Ainsworth

  • Apego seguro: Se da en el 65% de los bebés. Ellos exploran de forma activa, son sociables con extraños mientras la madre/cuidador está presente y les es relativamente fácil acercarse emocionalmente a los demás, debido a experiencias de interacciones cálidas y sensibles. Como el niño sabe que quien lo cuida no va a fallarle, se siente querido, aceptado y valorado en su infancia, mientras que , en su edad adulta tienden a tener una visión positiva de sí mismos y de sus relaciones y se sienten cómodos tanto con la intimidad como con la independencia y buscan equilibrarlas. Suelen interactuar con sus iguales de forma saludable y no le temen al abandono.
  • Apego resistente: Se da en un 10% de los bebés. Éstos  tratan de mantenerse cerca de la figura de apego y exploran el ambiente de manera poco relajada, mostrándose sumamente cautelosos con los extraños aunque ella esté presente. Como el niño no confía en sus cuidadores, necesita la aprobación y tiene una sensación constante de inseguridad, por eso, vigila de manera permanente que no lo abandonen. En edad adulta sentirán temor al abandono y esperarán obtener más intimidad o vinculación de la que pueden ofrecer relacionándose desde la dependencia emocional.

 

  • Apego evasivo/evitativo: Se da en un 20% de los bebés. Ellos muestran poco malestar cuando son separados de la figura de apego y generalmente rehuyen de ella. Estos niños han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Por eso, aprenden a vivir sintiéndose poco queridos y valorados y generalmente no pueden expresar ni entender las emociones de los demás. En edad adulta, suelen evitar la intimidad, huyen de la dependencia y el compromiso, no muestran su vulnerabilidad y se sienten más cómodos en relaciones distantes. Se trata de un estilo desapegado, con una gran inhibición emocional con el costo de una alta disociación afectiva.  

 

  • Apego desorganizado/desorientado: Se da entre un 5 y un 10% de los bebés. Nacen y crecen en ambientes hostiles (guerras, desastres naturales, violencia doméstica víctimas de abuso o maltrato). Es una combinación de los patrones de apego resistente y apego evasivo que se caracteriza por una mala imagen de sí mismos y de los otros sienten que no merecen el amor y temen el rechazo de los otros en quienes no confían. De  adultos, suelen ser personas con una alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones, si bien en el fondo son su mayor anhelo.

Los seres humanos tendemos a buscar lazos estrechos que nos den seguridad, protección y apoyo, mientras que el amor se basa en la seguridad, el apego lo hace en el miedo y es el miedo al abandono el que genera ansiedad y la necesidad de contar con la disponibilidad total del otro con el riesgo de no respetar ni su libertad, ni la propia.

Basar las relaciones en el amor, en la confianza y en la comunicación más que en el apego y en la dependencia, hace que puedas vivir más plenamente tus vínculos.

Ahora, ¿podés identificar cuál es tu modo de relacionarte en tu vida? Si tu respuesta es sí, ¿cuál es?

 

 

 

Pilares de la Inteligencia Emocional

¿Qué es la Inteligencia Emocional?

Tal vez te pase que asocies el término inteligencia con lo netamente cognitivo, o sea, el conocimiento científico, lógico, académico y  el coeficiente intelectual, sin embargo, para el psicólogo Daniel Goleman existe un aspecto de la inteligencia que se suele pasar por alto al que llama inteligencia emocional. Este implica la capacidad que tenés para comunicarte con efectividad con los demás y con vos mismo y para reconocer y gestionar tus emociones.

En síntesis, se trata de tu habilidad para usar tus emociones como una herramienta fundamental para guiar tus elecciones ya  que, como mencionamos en artículos anteriores, al ser predisposiciones para la acción, además de ser fuente de información acerca de tu sentir y resentir, te dan la posibilidad de vivir con mayor plenitud.

Para empezar, es importante que sepas que esta habilidad puede ser innata o también aprendida para lo que es necesario que a tus emociones les des la bienvenida,  las vivas y no las reprimas ya que hacerlo significa desconocer una función biológica (venís de fábrica con una interface emocional), además de  aumentar el estado de tensión, dificultando el equilibrio natural de tu organismo.

Dado el alcance de este tema, no solo para la toma de decisiones sino también para la construcción y el mantenimiento de relaciones en tu vida, vamos a poner el foco en los pilares sobre los que se asienta la Inteligencia Emocional:

  • Comprender tus emociones … saber sentir lo que sentís

Se refiere a prestar atención a tus propias emociones desde la honestidad y la coherencia entre lo que pensás, sentís y hacés. Dado que tienen un componente mental (pensamientos, actitudes y creencias) y uno corporal (sensaciones físicas que desencadenan), conocerlas y comprenderlas te permitirá gestionar tus respuestas emocionales de un modo más provechoso para vos.

  • Gestionar tus emociones… saber usarlas

Para poder, por ejemplo, canalizar la emoción de una manera más constructiva, elaborar interpretaciones más generadoras con respecto a vos, a los otros y a las circunstancias y situaciones de la vida  para así  evitar implosiones (lo que no expresás) y explosiones (secuestro emocional) emotivas que impactan directamente en tu salud y en la calidad de tus vínculos.

Expresarlas sanamente, haciéndote cargo de tu sentir y de su impacto en tus acciones y relaciones para que puedas compartirlas y hablar de la emoción que tenés sin que la emoción te tenga a vos.

  • Reconocer las emociones de los otros… el otro también siente

La empatía es una de las habilidades más importantes a desarrollar ya que los demás también tiene su propio emocionar. Escuchar y respetar el sentir del otro,  sin interpretar, ni juzgar, ni criticar, sintiéndolo y legitimándolo porque las diferencias entre tu emocionar y el del otro no admiten discusión.

  •  Establecer relaciones… vínculos sanos

Relacionarte con los demás es esencial y puede ser más complejo de lo que pensás, ya que no solo implica interacturar desde el lenguaje y la corporalidad, sino también desde la emocionalidad. Hacerlo de un modo efectivo requiere habilidades sociales  orientadas a concientizar el impacto que la reacción emocional tiene en el vínculo. Y cuando hablamos de vínculos nos referimos no sólo a los familiares y de pareja sino también al mundo de las amistades y de las relaciones laborales.

La inteligencia emocional, entonces, implica desarrollar la capacidad de reconocer las emociones propias y ajenas y la habilidad para manejarlas, de modo tal que puedas mejorar tus vínculos con los demás y con vos mismo y así lograr mejores resultados en tu vivir.

En una escala del 0 al 10  ¿Cuál es tu puntaje de inteligencia emocional?

Tic tac ,tic tac … Tiempo de nuevos desafíos…

Si bien en el almanaque dice que el 1° de enero empieza un nuevo año, para quienes vivimos al sur del Ecuador,  Marzo, con la vuelta al colegio y el fin del período estival de vacaciones, empezamos a conectar con lo que será y haremos el resto del año.

Por eso, te invito a reflexionar sobre cuáles son tus sueños que quisieras cumplirte, qué metas quisieras alcanzar, qué cambios quisieras aportar a tu vida, qué  vínculos necesitás sanar,  qué nuevos senderos quisieras caminar,  qué acciones estás dispuesto, estás dispuesta a realizar para lograrlo, cuáles son tus pensamientos, tus juicios, tus creencias al respecto…

Me gustaría que nos detengamos en la última frase ya que en la brecha entre la meta y la acción hay una persona, Vos, con una estructura de creencias y un flujo constante de pensamientos que pueden hacer la diferencia a la hora de emprender aquellas acciones que te permitirá cosechar resultados.

¿Sabías que el 95% de tus pensamientos de hoy son iguales a los de ayer?

Por eso es tan importante que puedas tomar contacto con ese guión construido, aprendido y sostenido que puede abrirte o cerrarte posibilidades y reconocerlo para poder intervenir en él ¡y sacar el mejor provecho!

Cuando lo hagas, vas a poder concientizar cuáles son las emociones que los tiñen, ya que los mismos están asociados a otros procesos mentales generados y regulados por el sistema límbico (también llamado cerebro emocional), y qué hay detrás de lo que te predispone  de un modo generador o no generador para la acción.

Hablar de qué acciones vas a emprender, cuáles vas a cambiar, cuáles vas a mejorar es intervenir sobre la capa más superficial, preguntarte acerca de cuáles son tus emociones más profundas y los pensamientos que se desencadenan con respecto a lo que querés lograr y suponés que podés lograr implica entrar en un terreno más profundo, sí, cuyo resultado te abrirá las puestas a acciones sustentables en el tiempo que te permitirán realizar metas, hasta ahora, extraordinarias.

Una de las disciplinas a la que hoy podés acceder es el Coaching Ontológico que, al desarrollarse en tres líneas básicas de acción:

  • Coaching Personal (Life Coaching)
  • Coaching Empresarial (Corporate Coaching)
  • Coaching Ejecutivo (Executive Coaching)

te brinda la oportunidad de ponerte manos a la obra en el ámbito de tu vida en el que sientas que es hora de desplegar tus dones, competencias, experiencias…

¿Sabías que quienes lideran sus vidas cuentan con el acompañamiento de un Coach?

Si elegís transitar tu nuevo año con nuevos logros, ¡Aquí estoy para acompañarte!

¿Para qué sirven las emociones?

Puede pasarte que, pasada una explosión emocional (también llamada secuestro emocional), te hagas ésta, a primera vista,  simple pregunta.

Juntos vamos a ver que la respuesta tal vez sea un poco más compleja de lo que, a primera vista, pensabas.

Portadoras de información muy relevante, aparecen cuando tiene lugar algún acontecimiento inesperado, ya sea interno como externo,  sirviéndote para movilizar al organismo y así “reaccionar” rápidamente, según tu interpretación acerca del impacto que ese acontecimiento podría tener en tu vida.

Constitutivas del ser humano, automáticas, etéreas, contagiosas, versátiles,  de diferente intensidad y duración, son una respuesta emocional cuya mayor utilidad es la de ayudarte a afrontar las circunstancias de tu vida con mayor o menor éxito. Sin ellas, te resultaría muy difícil sobrevivir, por ejemplo, si estuvieras ante un peligro y no apareciera el miedo.

Además, implican factores fisiológicos que tienen que ver con el funcionamiento natural de tu cuerpo, factores de conciencia que te permiten  discernir y tomar decisiones, factores de conducta relacionados con tu comportamiento ante situaciones y personas y factores expresivos como las manifestaciones corporales (llanto, escalofrío, sudor) y las expresiones faciales (cara larga, ojos tristes).

Algunas son clasificadas como primarias porque son innatas, naturales, no aprendidas que contribuyen con tu supervivencia (Ira, Miedo, Tristeza, Asco, Sorpresa, Alegría), mientras que otras, extensiones de las primeras e influenciadas por los aprendizajes y los procesos de socialización, se conocen como secundarias.

Además, tienen 3 funciones principales:

  • Adaptativa y de Supervivencia: Al ser veloces, te permiten actuar sin pensar, aunque de manera eficaz, como respuesta a las circunstancias. Por ejemplo, el asco abre al rechazo, la sorpresa a la exploración o el miedo a la protección. En síntesis, te preparan para reaccionar conductualmente a las exigencias del ambiente (acercándote o alejándote) para mantenerte vivo.
  • Motivacional: al predisponerte a la acción, colaboran con la carga de energía que tendrá tu conducta, considerada la interrelación que se da entre los procesos de Motivación y Emoción.
  • Social: al facilitar conductas a nivel intrapersonal (con vos mismo) e interpersonal (con los otros), cumplen un papel relevante en tus relaciones con los demás para, por ejemplo, comunicar estados afectivos, facilitar la interacción social o promover las conductas prosociales. Así como la ira te lleva a defenderte, la alegría propicia el acercamiento.

Si hay algo que consideramos importante para resaltar es el hecho que las emociones no son ni buenas ni malas, ni positivas ni negativas, simplemente, generan estados de bienestar (alegría, gozo) o de malestar (ansiedad, tristeza profunda, impotencia) y que, sin ellas, hoy no te encontrarías donde estás. Te han ayudado a sobrevivir, indicándote cuándo es momento de luchar o salir corriendo, de no comer un alimento porque está en mal estado, de atravesar una pérdida, para vos importante, o de poner límites para preservarte.

Convivir con todas, integrarlas y conocer su funcionamiento te permite contar con una herramienta poderosa para ponerte en acción y lograr tus metas.

Ahora, a vos, ¿para qué te sirven tus emociones?

 

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